HERMANDAD DE LA FLAGELACIÓN
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La presencia española en el norte de Marruecos, un hecho relevante de nuestra historia, ha dado lugar a multitud de publicaciones con diversos puntos de vista. El proyecto colonial marroquí se insertó desde el primer momento, en un discurso regeneracionista que consideraba la otra orilla del Estrecho como un nuevo Eldorado, en el que el genio colonial español podría redimirse de su amarga experiencia en Cuba en 1898. Sin embargo, la áspera realidad de la zona de influencia española y los mecanismos defectuosos de su administración, terminaron por transformar la colonización marroquí en una carga excesivamente onerosa para la frágil estructura del gobierno de España.
La noción de protectorado suponía el mantenimiento de las formas de gobierno tradicionales de los marroquíes, supervisadas por instituciones políticas creadas al efecto para desarrollar la labor de protección y civilización. De hecho, y según la opinión de muchos estudiosos del período (1912-1956), hay que señalar la política tolerante de España con las instituciones religiosas, la lengua y la cultura árabes así como la importancia de las inversiones realizadas en infraestructuras y obras sociales como aspectos positivos de la ocupación, mientras que en el lado negativo habría que apuntar: el alto coste en vidas humanas que supuso la pacificación de la zona del Rif, el excesivo gasto del ejército y el surgimiento de una pléyade de militares africanistas clave en su ofensiva para acabar con el gobierno de la República española en 1936.
Ciertamente, nadie pone en duda que las realizaciones materiales hechas por Francia , el otro país que ocupó la mayor parte del territorio marroquí, superan las españolas; pero hay que tener en cuenta, que los franceses se habían quedado con la zona más amplia y fértil y de más recursos naturales de Marruecos, como la llanura del Garb, toda la margen derecha del río Sebú, así como la región del Sais en torno a Fez. La verdadera acción protectora de España sólo pudo realizarse en un período de 28 años de duración, ya que durante el período comprendido entre 1912 y 1927, España estuvo dedicada fundamentalmente a la pacificación de la zona.
Francia e Inglaterra, las dos grandes potencias coloniales de principios del siglo XX, se disputaban el imperio cherifiano. Los británicos temían el posicionamiento de los franceses en el suroeste del Mediterráneo, frente a su colonia de Gibraltar, y su presión hizo posible que el 30 de Marzo de 1912, el sultán Muley Hafid firmara con Francia el tratado del Protectorado. En el acuerdo formalizado el 27 de Noviembre, Francia reconocía a España el territorio de la zona norte de Marruecos, estableciéndose allí el Protectorado con capital en Tetuán.
El sub-protectorado que España va a ejercer en un cinco por ciento del territorio ( unos 20.000 kilómetros cuadrados), era, por otra parte, en expresión de uno de los primeros exploradores del Rif, el geólogo Lucas Fernández Navarro en su artículo “ La pobreza de Marruecos”, publicado en la revista España (15-01-1922), una zona “hoy francamente miserable y no pasará nunca de pobre, aún alumbradas sus modestas fuentes de riqueza” ( se refería a las minas de hierro, plomo, manganeso y antimonio).
El comandante Felipe Alfau fue quien ocupó de forma pacífica el territorio asignado, que comprendía una zona que incluye las regiones del Rif y Yebala y un territorio totalmente desértico (Cabo Juby), actual provincia marroquí de Tarfaya. Sin embargo pronto surgirán varios focos de tensión. La figura de Ahmad el Raisuni, gobernador inestable de la zona atlántica, va a protagonizar una acción de rebeldía que se extendería por toda la región de Yebala y las estribaciones del pre-Rif hasta 1919. Personaje rodeado de leyenda, sostuvo una compleja relación con Manuel Fernández Silvestre, el militar que años más tarde sería el triste protagonista del trágico episodio de Annual. El momento más crítico, efectivamente, tuvo lugar en 1921 cuando, bajo la dirección de Abd el-Krim el Jattabi, los rifeños de la tribu de Beni Urriaguel provocarán el hundimiento de la comandancia de Melilla como consecuencia de los miles de muertos- se estima que fueron diez mil- en la emboscada de Annual, más otros 300 que perecieron en la posición de Iriguiben.
El episodio de Annual fue el arranque de una insurrección generalizada a gran parte de la zona española, que no acabó hasta el desembarco de Alhucemas en 1925 y gracias a la alianza militar hispano-francesa que terminó derrotando al líder rifeño.
La proclamación del Protectorado incrementó las inversiones estatales en sanidad e infraestructuras. Carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos hicieron posible el paso de una economía básica y rural a una economía de mercado. La población urbana aumentó del 5 % al 12 %, y apareció un proletariado que sería clave por su participación activa en la independencia del país.
La penuria derivada de la Guerra Civil española y el aislamiento sufrido por España tras la contienda agilizó la actividad industrial, destacando el desarrollo del textil. Pero el sector más desarrollado en el Protectorado fue el comercial- vestuario, calzado, armamento y alimentación-, basado sobre todo en el abastecimiento a las tropas españolas e indígenas y al conjunto de colonos desplazados. Todo este comercio favoreció a la oligarquía financiera española representada por el capital vasco, catalán y madrileño.
Los modestos recursos mineros llevaron a la creación de varias compañías para la explotación de minas entre las que destaca la Compañía Minera Hispano-Africana, a la que se adjudicó la construcción del ferrocarril; también se crearon empresas eléctricas y empresas para la explotación agrícola, entre ellas la Sociedad Española de Colonización.
El gobierno de la II República no supuso grandes cambios en el Protectorado. Se concedió la nacionalidad española a los judíos y se ocupó Ifni. El llamado ejército de África, que se mantuvo en Marruecos hasta la independencia en 1956, fue clave para el derrocamiento de la República, primero tomando la parte oeste de España y más tarde, constituyeron la vanguardia en el avance hacia Madrid. El Régimen franquista, aprovechó la invasión alemana de Francia en 1940, para ocupar Tánger, ocupación que duraría hasta 1945, al término de la II Guerra Mundial.
A semejanza de la estructura de gobierno implantada en el sur por Francia, España reproduce una administración paralela en su zona denominada jalifiana. El nombre viene de jalifa o representante del Sultán, elegido entre los miembros de la propia familia alauí, que se establece en Tetuán, siendo el primer jalifa Muley el Mehdi Ben Ismail. En la zona, el Alto Comisario ejerce los efectivos poderes políticos, económicos y militares. El primer Alto Comisario español fue el Teniente General Felipe Alfau, al que habría de sucederle los Generales Marina, Gómez Jordana y Dámaso Berenguer. Los tres últimos Altos Comisarios serían los generales Orgaz (1941-1945), Varela (1945-1951) y García Valiño (1951-1956).
A grandes rasgos, la zona del Protectorado fue dividida en cinco regiones - Lucus, Yebala, Gomara, Rif y Kert- al frente de las cuales habían interventores regionales, que se encontraban bajo la dependencia directa del delegado de Asuntos Indígenas. De este modo, los interventores pasaban a ser la piedra angular de la política colonial española en el Protectorado, pues además de supervisar la actuación de las autoridades marroquíes se encargaban de proporcionar la información sobre el territorio en todos los aspectos, económicos, sanitario, educativo… etc.
En el Gobierno Marroquí la autoridad principal era la del Sultán, delegada en el Jalifa con poder legislativo y máxima autoridad religiosa, ejerciendo su poder en el Majzen (gobierno) a través de los visires y altos funcionarios, constituyendo el “Majzen jalifiano”. La administración regional era dirigida por los caídes que actuaban en la Cabilas ( célula político-administrativa básica en el ámbito territorial), mientras que los bajás actuaban en las ciudades.
El modelo encontró serias dificultades para su implantación por no analizar en profundidad la diversidad y la complejidad de las múltiples realidades existentes antes del Protectorado. La mayor parte de las cabilas no reconocían al Majzén jalifiano ni a las autoridades españolas y muchas de ellas se administraban autónomamente conforme a tradiciones bereberes.
El estallido de la Guerra Civil española , forzó a una búsqueda de entendimiento del general Franco con las fuerzas nacionalistas del Protectorado. Un clima de cierta tolerancia política posibilitará la creación de partidos políticos como “al-Islah” de Abdeljalak Torres o el de la Unidad Marroquí de Makki Nasiri. Durante la Dictadura , el frente de partidos nacionalistas formado se plantea como objetivo prioritario alcanzar la independencia de Marruecos. Los franceses permitieron que el sultán Mohamed V volviera de su destierro en 1956, y ese mismo año se produjo la independencia de Marruecos, primero por parte de Francia y más tarde por parte de España-7 de Abril de 1956-,aunque la zona sur, unida al Sáhara español, no pasaría a soberanía marroquí hasta 1958.
El Marruecos español dejaba de existir sin que España fuese consultada para ello, lo que produjo el malestar del régimen franquista hacia Marruecos, al que se volverá la espalda durante largo tiempo. La prensa oficial de entonces reflejaría así este malestar, a raíz de la visita de Mohamed V a Madrid a principios de Abril de 1956:”Ante los intentos fallidos de una negociación tripartita para la independencia de Marruecos y ver que Francia hacía caso omiso de nuestros derechos, a España no le cupo otra opción que el trato directo con el soberano de una nación soberana” (ABC, 08-04-1956).
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