Fuego fatuo

Ami juicio, no terminan de entender los partidos políticos que lo que los ciudadanos demandan son propuestas, no críticas constantes a los demás.
Por ejemplo: El PSOE ha terminado su congreso federal, con sus propuestas, entre las que cabe destacar la contrarreforma laboral, frente a la reforma de Rajoy. Bien, bueno, quiero decir que es una propuesta, no que la comparta, pero me parece bien que se hagan propuestas, pero frente a esta en concreto, Cuca Gamarra, la portavoz del PP en el Congreso, sale diciendo que ese cónclave socialista ha sido un acto preparado para que todos aplaudieran a Sánchez y poco más. Y del otro lado, vemos al propio Presidente del Gobierno, aprovechar su intervención para hablar menos de España y más de la derechización del PP. Están como obsesionados en machacarse constantemente los “hunos y los hotros”, que diría el gran Unamuno, en lugar de centrarse en lo que importa.
Todavía recuerdo a Joaquín Almunia, aquel secretario general del PSOE, que perdió frente a Josep Borrell la oportunidad de ser Presidente del Gobierno de España, decir en una respuesta en el Congreso a unas fuertes críticas a su partido por parte de un diputado, aquello de: “Yo no he venido aquí a hablar de los problemas del PSOE, ni siquiera de los del PP. He venido aquí a hablar de España”.
Deberían Sánchez y Casado dejar de mirarse de reojo y estar buscando la paja en el ojo ajeno y dedicarse más a la tarea que España y los españoles requieren. Y es que la política nacional se ha vuelto chusca, mediocre y se echa de menos la cultura del pacto y, sobre todo, la del respeto mutuo. Se pretende instigar a las masas a sentir aversión hacia adversario, más que a convencer a los conciudadanos con argumentos para ganarse su confianza. En lugar de generar ilusión y ánimo, se busca crear miedo y confusión.
La propuesta de Casado como método para renovar el Consejo General del Poder Judicial, despolitizándolo todo lo posible es muy razonable. Es suficiente con hacerla y defenderla, porque los ciudadanos no son ignorantes y se enteran perfectamente de todo. No hace falta acusar a los socialistas de querer controlar el poder judicial, porque eso sería reconocer que el PP también lo lleva haciendo desde hace cuarenta años. Basta con decir que se promueve una reforma para modificar lo que hasta ahora parecía normal. Al fin y al cabo, reformar debería ser el santo y seña del PP, como partido reformista.
Son muchas las reformas que hacen falta, porque la vida cambia y las sociedades evolucionan y promover cambios no es romper ninguna esencia, sólo es saber en que mundo se vive. Pero quizás la reforma más urgente ahora sea la del comportamiento de los líderes políticos. Pablo Iglesias (que está en los cielos, cachondeándose de todos nosotros), inspiró la peor manera de hacer política, que fue la de la agresión constante hacia los demás. Comenzó con la cal viva de Felipe González y de ahí se lanzó a un abismo de suciedad nunca vista en la institución democrática por excelencia: el parlamento. Los casos de corrupción, sálvese quien pueda, que es ninguno, han dado lugar a los peores exabruptos oídos en un sede parlamentaria en toda nuestra historia democrática. España necesita fortaleza y esta sólo puede fundamentarse en líderes ambiciosos para su país, no para ellos, líderes que se centren en hablar con los españoles, no en poner de vuelta y media a los demás, porque si esos otros no conectan, no proponen y no ofrecen nada serio a los españoles, será suficiente para que el Gobierno cambie. Sí, desde la oposición hay que denunciar cualquier desmán, pero sobre todo los ciudadanos tienen que visualizar que quien se presenta como alternativa lo es realmente, porque representa la solvencia frente a la improvisación y la seriedad antes que el oportunismo y, sobre todo, la sinceridad frente a la manida demagogia, porque cada vez más los ciudadanos se asquean cuando alguien les pretende tomar por tontos.
Trasladen todo esto también a Ceuta y saquen conclusiones.