La desolación marca la vida comercial en el polígono de El Tarajal

A más de cuatro años del fin del comercio no regulado, pocas son las tiendas que resisten en un lugar que hace solo unos años significaba el 40% de las exportaciones de Ceuta

FOTO NICOL'S
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El paisaje es fantasmagórico. A la entrada del polígono de El Tarajal, donde antes destacaba el bullicio de personas, la acumulación de coches y reposaban cajas y cajas que reflejaban la buena salud comercial de la que gozaba la zona, ahora solo hay varios neumáticos que se acumulan dejando una estampa abandonada. En una de las esquinas, ya dentro del polígono, hay un par de coches abandonados y desvalijados. “Esto está muerto, no tiene solución”, asegura Hasán, dependiente de una tienda de toallas y zapatos, una de las pocas abiertas. Son las 12 de la mañana y lo que en una época no tan lejana era el epicentro del comercio ‘atípico’ de España, luce ahora desolador con algunos locales que se resisten a echar el cierre, frente a otras decenas, la gran mayoría, que hace tiempo que tiraron la toalla.

Octubre de 2019 es una fecha muy presente en este lugar. Ese mes, Marruecos y España cerraron la frontera de El Tarajal al paso irregular de mercancías sin ninguna previsión a corto plazo de reabrirla. Ni a bordo de vehículos, ni llevadas a pie por las conocidas porteadoras. Esto hizo desaparecer, entre otras, las imágenes de esas mujeres que compraban y, posteriormente, vestían decenas de prendas en la parte ceutí, para revenderlas en la zona marroquí y así hacer negocio. Eso daba de comer a miles de personas en la zona norteña de Marruecos y daba empleo a unos 9.000, además de beneficiar a Ceuta. La decisión lleva años impactando en ambos lados de la frontera.

FOTO NICOL'S
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Las cifras de cómo ha golpeado a Fnideq, más conocido como Castillejos en la Ciudad Autónoma de Ceuta, son algo herméticas por parte del país vecino actualmente. En su momento, allá por 2019, el volumen de negocio del comercio atípico ascendía a millones de euros, según informes aduaneros del país vecino, aunque poco quedaba en sus arcas.

En el lado español las cifras son más claras. Ceuta, a través del contrabando tolerado, generaba 500 millones de euros al año, el 40% de las exportaciones de la ciudad. Esto supuso de media el 30% de la facturación de los comercios. Todo, según la presidenta de la Confederación de Empresarios de Ceuta (CECE), Arantxa Campos, que también asegura a este diario que, a nivel local, la ciudad se está recuperando progresivamente gracias al turismo, los cruceros y demás actividades, aunque no tienen estadísticas estimadas.

Joaquín Mollinedo, Secretario General de la Cámara de Comercio, explica a este periódico que la situación en el polígono está parada. “El polígono ahora está muerto y sin perspectivas ahora mismo reales porque la posibilidad de una aduana comercial ha hecho que no se hayan habilitado otras opciones”, afirma.

Por las calles del polígono apenas hay gente. Varios aparcacoches con peto amarillo descansan en las esquinas más sombrías algo desubicados. Ealitex, JVC, Difesa, Rennynox o Suera Import Export son algunas de las decenas de empresas que hace años que colgaron el cartel de cerrado y que en su día vivieron el auge, las colas y el caos que se formaban en este lugar diariamente. Hasán, desde su tienda de zapatos y toallas, juega con el móvil sin despegarse de la pantalla. Afirma que en todo el día le ha entrado una señora a llevarse una toalla para la playa. “Hay días que vendemos 30 euros”, lamenta.

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El comerciante asegura que por estas calles antes apenas se podía transitar. Entre los coches, la gente y las montañas de cajas vacías, las vías de este polígono estaban repletas de vida. Hace solo unos años las naves que aguardan estos comercios estaban altamente codiciadas y con un coste muy elevado. Ahora su precio ha caído en picado ante la poca afluencia de personas por sus alrededores. Muchos vendedores de la zona explican que antes la renta de una nave salía por un precio muy elevado al mes. Actualmente, cuentan, la mayoría de ellas han bajado su valor en miles de euros.. “Antes el alquiler de una nave aquí se pagaba a 5.000 o 6.000 euros. Ahora su precio no llega a 900 y muchas son de 300 metros o más”, explica Hasán. El comerciante también destaca la gran diferencia en el número de ventas. “Antes hacíamos 2.000 o 3.000 euros al día. Se vendía al por mayor a los porteadores. Ellos eran los que mantenían esto. El cierre de la aduana nos ha dejado aislados”, afirma Hasán.

Mollinedo, piensa que la apertura de una aduana comercial legal puede ser una de las soluciones para revivir la economía en el polígono. “En caso de que al final se abra necesitaríamos infraestructuras. Esos espacios, esas naves se podrían luego habilitar para la empresa que legalmente exportara o importara productos. Podría ser una de las soluciones”, comenta.

Mohamed es de los pocos que se toma la crisis del polígono con humor. Trabajador de la tienda Sabah, con artículos de baño, chilabas, manteles, jarrones, o bandejas de estilo árabe, cuenta entre risas que ha tenido este lunes solo tres clientas. “Ha entrado una en la tienda y se ha asustado porque se le había olvidado cerrar el coche. Al instante me ha dicho que qué más da, que aquí ya no vienen ni los ladrones. Esto antes era impensable”, relata entre carcajadas.

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El vendedor cuenta detenidamente cómo ha cambiado su rutina desde que la aduana comercial dejó de funcionar. “Aquí no se podía ya ni entrar en coche. Lo dejaba más arriba y me venía andando. Antes trabajábamos todo el día sin descanso y éramos cinco en la tienda. Ahora somos dos y sobra hasta el maniquí”, explicaba sin dejar el sentido del humor a un lado, a pesar de lo crítica que es la situación.

Mohamed recuerda con nostalgia la época no muy lejana en la que las tiendas, los cafetines o las terrazas estaban a rebosar y la gente, aunque no acudiera al polígono expresamente a comprar, iba para ver el ambiente y los chollos que pudiera encontrar de paso. “Solo pedimos que la gente, con sus controles, pueda entrar y salir por la frontera para comprar. Ese chorreo diario era lo que nos daba de comer. Nos quieren asfixiar”, lamenta.

Reapertura incierta

“El comercio como antes lo conocíamos está acabado”, afirma Mohamed de la tienda Sabah. El pasado mes de junio, el diario EL PAÍS reveló que, contrario a lo que declaraba el ministro de Asuntos Exteriores José Manuel Albares de que la hoja de ruta de Marruecos y España en relación a la reapertura de la aduana de Melilla y de la creación de una nueva en Ceuta iba “según lo previsto”, las continuas trabas y misivas por parte del reino alauí evidenciaban que esa reapertura todavía es incierta.

A pesar de ser uno de los pactos entre España y Marruecos, el reino alauí parece no tener prisa en que el proyecto salga adelante. Test realizados “no concluyentes”, pruebas piloto e ignorar compromisos y plazos lo evidencian. Mollinedo no ve una pronta reapertura. “Hay mucho hermetismo. No sabemos nada al respecto, por lo que no da para ser muy optimista. De todas formas hay que buscar soluciones y reactivar la economía. No podemos depender solo de Marruecos”.

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Arantxa Campos entiende la negatividad general en cuanto a la reapertura de las aduanas de forma legal. “Marruecos ha incumplido su palabra. No se entiende por qué hablan de problemas administrativos o pruebas piloto. Ya existía en Melilla una aduana comercial hasta 2018 por donde pasaban toneladas de mercancías. Solo tienen que hacer lo mismo que se llevó años funcionando. Están dilatando el proceso y poniendo trabas, mientras España se calla”, argumenta Campos.

Tampoco Mohamed de la tienda Sabah, ni Hasán de la nave de zapatos, ni Azziz de la tienda número 50 del polígono, confían en una pronta reapertura que les alivie. “No se va a llevar a cabo. Lo de la nueva aduana legal lo dicen para que nos callemos. Melilla funcionaba así y de la noche a la mañana cortaron el grifo y sigue cerrada. ¿Por qué iban a abrirla aquí?”, razona el vendedor de la tienda Sabah.

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La puerta por donde entraban las porteadoras está cerrada a cal y canto. A unos metros, en lo que antes era un sitio privilegiado, está la tienda Driss. Dos hombres hablan dariya y fuman sentados en sillas de playa. Una sombrilla tapa del sol una de sus motos. Dentro del comercio está Mohamed vendiendo unos productos de limpieza a una señora. “Es la primera persona que entra en todo el día”, comenta. La decadencia y el aislamiento están acabando poco a poco con el polígono de El Tarajal.

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