Psicólogas describen el calvario de la hija de la mujer asesinada en Parques de Ceuta desde 2022
TRIBUNALES
La entonces menor, que vio en directo cómo su padre disparaba mortalmente a su madre en su casa, lidia con secuelas como estrés postraumático, autolesiones, bulimia, ansiedad, depresión, insomnio, pesadillas o falta de memoria
El trauma que sufre la hija del acusado de asesinar a su mujer en la barriada Parques de Ceuta en marzo de 2022 lo describieron con precisión este jueves tres psicólogas que han evaluado estos años las secuelas con las que lidia la entonces menor, que presenció el crimen en directo y lo intentó evitar. Las profesionales se dirigieron al jurado popular y desgranaron las huellas que ha dejado en la joven el trágico suceso. Estrés postraumático, autolesiones, bulimia, ansiedad, depresión, insomnio, pesadillas o falta de memoria son algunas de las consecuencias que se escucharon durante la vista sobre una niña que pasó un periodo de “aparente normalidad” -que tiene su explicación científica, según una de las perito- tras la muerte de su progenitora, algo que ha utilizado la hermana de Alonso G. para culparla de apretar al gatillo en el forcejeo.
Los problemas de la niña estuvieron presentes prácticamente desde la cuna. Una vida en casa de puertas para adentro repleta de violencia, miedo e intimidación por parte del padre hacia la madre y su hija pequeña. “Empecé a tirar del hilo y me relató una historia de abusos psicológicos y físicos tanto a ella como a su progenitora. Hacia su hermano pequeño, no”, expuso una de las psicólogas que atendió a M.G.L. un año después del suceso, evidenciando la violencia de género.
El padre imponía y desarrollaba en casa un estilo “punitivo” basado en el castigo, los gritos, las amenazas, el menosprecio y la ausencia de aprecio, según la psicóloga forense, que llevó en un principio la voz cantante durante la declaración. “¡Te voy a partir las piernas!” o “¡te voy a partir la cabeza!” eran algunas de las supuestas intimidaciones que arrojaba el acusado sobre madre e hija y que la joven había normalizado en el seno del hogar hasta que empezó a cambiar su conducta sobre los 10 años. No llegaba -puntualizó la psicóloga que la atendió un año después- ni si quiera a identificar que un simple empujón es un estilo de violencia física.
Todo este relato lo cuenta M.G.L. sin ser preguntada en ningún momento por el hecho traumático que vivió para evitar “revictimizarla”, según la perito. “A los nueve o 10 años ella ya interpreta cómo se sentían su madre y ella. El temor que sentía por su padre durante su infancia lo cambia por asco en su preadolescencia. Deja de hablarle y ya solo interviene cuando su progenitor se ponía agresivo con su madre. La entonces menor adapta un rol protector hacia su madre que no le corresponde a su edad”, explicó la profesional.
Este comportamiento, en principio rebelde, como dejar de hablar con frecuencia, problemas para socializar, encerrarse en su habitación incluso para comer o dejar de lado sus aficciones, como el baile, fue propiciado según las psicólogas por el ambiente de permanente hostilidad generado por su padre en casa desde que tiene uso de razón. “Todo esto se lo detecto después de un primer análisis. Es una historia de abusos hacia ella y su madre, a la que describía como sumisa y cansada”, expuso.
Tanto la madre como la hermana del acusado, que declararon este miércoles, reprocharon en todo momento ese “cambio de conducta” de la joven, pero sin indagar ni conocer, como expresaron, la historia que se vivía entre esas cuatro paredes desde hace años y que ocasionó, según las profesionales, la rebeldía de M.G.L. Sostuvieron que la niña no estudiaba, contestaba mal o no se relacionaba, pero que su padre prácticamente se desvivía por ella. Eso sí, con el pequeño de la casa, varón, nunca hubo problemas.
Comportamiento normalizado postmuerte
Quizás la explicación clave de la jornada la dio una de las psicólogas sobre un tema que generó controversia y varios titulares estos últimos días. La hermana del acusado, sin titubear, no sostuvo que la joven apretó el gatillo de forma "accidental" durante un forcejeo, como mantienen su madre y la defensa. Fue más allá y declaró bajo juramento que la entonces menor disparó tras quitarle la pistola a su padre, y asesinó a sangre fría a su madre a conciencia para ganar su “libertad” o para ”sentirse libre”. “Estoy convencida de que fue ella”, aseguró.
El argumento principal de la hermana del acusado recae directamente en los días posteriores al trágico suceso. Echó la culpa a la joven de estar aparentemente feliz, de hacer vida normal, de hacerse un tatuaje, de pasear por la playa, de comprarse toallas en Primor o de andar por calles céntricas y repletas de gente. “No me parecía normal”, sostuvo. Estos síntomas fueron los que corroboraron, para la declarante, que la niña había decidido matar a su madre. Una libertad ‘alcanzada’ con su padre en la cárcel y su madre fallecida.
Las psicólogas hicieron especial hincapié en este asunto y arrojaron algo más de luz, desmontando así las declaraciones de la hermana del acusado días anteriores. La actitud de la joven los días después al asesinato está diagnosticada científicamente y responde al nombre de “comportamiento normalizado postmuerte”.
“Cuando hay una muerte inesperada y grave es difícil asimilar lo que ha pasado. Se da con mucha frecuencia en jóvenes y niños, pero también en mayores. Ella quería salir y entrar con su novio, pero por dentro estaba destrozada. Intenta desconectar para salir adelante. Es importante decir que este argumento se utiliza comúnmente para desacreditar a las víctimas”, subrayó una de las peritos.
“¿Cómo no vas a estar destrozada después del hecho que vivió la menor?”, preguntaba a la sala la psicóloga con la que hace terapia la joven desde hace tres años.
Sigue el canal de El Pueblo de Ceuta en WhatsApp. Pincha aquí, dale a SEGUIR y encontrarás toda la actualidad informativa de la jornada ceutí