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SOCIEDAD
Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), un 48% de la población adulta reconoce que no descansa bien y un 54% duerme menos de las siete a nueve horas recomendadas para su edad. Las consecuencias no son menores: más de cuatro millones de personas sufren un trastorno crónico y grave del sueño, y uno de cada tres adultos se levanta con la sensación de no haber descansado.
El problema se agrava en verano, cuando las altas temperaturas dificultan la conciliación del sueño. Las llamadas “noches tropicales” aquellas en las que la temperatura mínima no baja de 20 °C impiden que el cuerpo reduzca su temperatura interna, un paso clave para dormir. A esto se suman los cambios de rutinas en vacaciones, que para algunas personas ayudan, pero para otras empeoran el descanso.
Dormir mal no solo provoca cansancio, irritabilidad o falta de concentración. Los expertos advierten de que la falta de sueño aumenta significativamente el riesgo de sufrir obesidad, diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, e incluso algunos tipos de cáncer (colon, mama o próstata). Dormir de forma insuficiente de manera continuada puede elevar hasta un 20% el riesgo de mortalidad.
También incrementa el riesgo de accidentes de tráfico y laborales: se estima que la somnolencia está detrás del 30% de los siniestros en carretera, y que no dormir bien multiplica por cinco la probabilidad de sufrir un accidente al volante.
La doctora Celia García Malo, coordinadora del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y el Sueño de la SEN, señala que España es “uno de los países que peor duerme” en Europa. Mientras que en otros países la gente se acuesta entre las 22:00 y las 22:30, en España es habitual ir a la cama pasada la medianoche.
Entre los factores que explican esta tendencia, García Malo apunta a horarios laborales extensos, cenas tardías, vida social nocturna y el uso de dispositivos electrónicos en la cama. “Durante el sueño ocurren procesos imprescindibles para la salud, desde la consolidación de la memoria hasta la regulación del sistema inmune y cardiovascular”, advierte.
El insomnio se vive de forma distinta según cada persona. Nicolás, de 51 años, cuenta que desde la pandemia no logra dormir más de cuatro horas seguidas. “A veces paso el día agotado, irritable y con dolor de cabeza”, admite, aunque ha optado por el ejercicio físico para mejorar su descanso, evitando la medicación.
En el caso de Isabel, de 50 años, el insomnio la acompaña desde niña y la ha llevado a medicarse durante años. “Cuanto menos duermo, más nerviosa me pongo y más veces me levanto por la noche. Es desesperante”, explica.
Los datos son preocupantes: España lidera el consumo mundial de benzodiacepinas, fármacos como lorazepam, orfidal o diazepam, usados para tratar el insomnio y la ansiedad. El doctor Carlos Egea, presidente de la Federación Española de Sociedades de Sueño, califica la situación como “una pandemia silenciosa”.
Egea y otros especialistas denuncian que estos medicamentos se recetan con demasiada facilidad y que la solución debe pasar por menos fármacos y más unidades de sueño multidisciplinares que permitan tratar las causas del insomnio, no solo sus síntomas.
El doctor Ginés Sabater, vicepresidente de la Asociación Española de Enfermos de Sueño (ASENARCO), recuerda que los buenos hábitos son esenciales: cenar ligero al menos dos horas antes de dormir, evitar cafeína y alcohol por la tarde, no hacer ejercicio intenso de noche, mantener una iluminación tenue en casa y dejar las pantallas fuera de la cama.
Son consejos sencillos, pero poco aplicados. “Tomar un café a las cuatro de la tarde puede seguir afectando a las once de la noche”, advierte Sabater.
Las estadísticas reflejan que las mujeres sufren más problemas de sueño que los hombres. Solo un 33% de ellas duerme al menos siete horas entre semana. Factores como los cambios hormonales, la maternidad y la menopausia contribuyen a empeorar la calidad del sueño a lo largo de su vida.
La OMS recuerda que el descanso, junto con la alimentación y el ejercicio, es uno de los tres pilares esenciales para la salud. Sin embargo, a diferencia de los otros dos, apenas existe educación o concienciación sobre la importancia de dormir bien.
Los especialistas coinciden en que el descanso debe convertirse en una prioridad de salud pública, con más recursos para el diagnóstico y tratamiento de los trastornos del sueño, y con campañas que promuevan una cultura del descanso saludable.
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