Un Paseo por el Puente Almina y Plaza Vieja (1955)

La fachada del Mercado, en la planta baja que da a la calle, encontrábamos en primer lugar, una rampa por donde se accede a las pescaderías. Este lugar es el más animado de todo el Puente Almina. En él, he presenciado las actuaciones de “sacamuelas” que por tres pesetas, te extraían un molar sin dolor

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José Fortes Castillo

Finalizaba mi barrio en el Puente Almina. Puente que daba nombre al resto de la zona más occidental de Ceuta. Mi barrio y la Almina, formaban la península ceutí, cuando el Puente del Cristo se levantaba a la caída de la tarde y Ceuta quedaba aislada del resto del continente.

Cruzando el puente, a la izquierda teníamos el jardín de San Sebastián, y finalizado este, se llegaba al inicio de la Marina. El jardín tiene un quiosco en cada extremo y en la calzada junto a la acera, se ubica la parada de los pocos coches de caballo que he llegado a conocer.

La parte derecha, está ocupada por la gran fachada del Mercado de Abastos, con su hermoso reloj y los dos enormes altavoces, donde la emisora ubicada entre los bares: “Nacional” y “Norte”, se encargan de amenizar las tardes-noches de gran número de ceutíes que en aquel lugar se congrega. Son los tiempos que impera el arte de Antoñita Moreno con las canciones; “El cordón de mi corpiño” y “Sortija de oro”, además de los anuncios de M. Dialda y “para comprar el mejor pescao; siempre, pescadería el Chau-chau”.

La fachada del Mercado, en la planta baja que da a la calle, encontrábamos en primer lugar, una rampa por donde se accede a las pescaderías. Este lugar es el más animado de todo el Puente Almina. En él, he presenciado las actuaciones de “sacamuelas” que por tres pesetas, te extraían un molar sin dolor. El “charlatán” que vendía los peines mágicos, con los que te podías cortar el cabello -yo tuve uno y me fue muy bien-. Se le adaptaba una hoja de afeitar y daba buen resultado. Un grupo de húngaros, que traían un oso que bailaba al son de una música. Aquellos que con un gran cartel, en forma de “cómíc”, narraban con un puntero en la mano, las escenas de algún suceso acaecido recientemente. En vísperas de las Navidades, allí se congregaban decenas de pavos, alimentados por bellotas, a la espera de su fatal desenlace. Y como no, los puestos de melones y sandías que al aire libre, dejaban una estampa imborrable del verano ceutí.

Finalizada la rampa de las pescaderías, llegábamos al “zoco”. Allí los musulmanes, vendían todo el producto de sus huertas: frutas, rábanos, hierbabuena, perejil, conejos, gallinas y pollos, más un largo etcétera, de productos típicos del norte de Marruecos. Bajando, en la esquina de la rampa, a la izquierda, teníamos el despacho de hielo. Después, el acceso a través de Muelle del Comercio y otra rampa también de pescaderías, similar a la anterior.

De nuevo en el Puente Almina y en la fachada del Mercado, formando esquina, encontramos la exposición y venta de las máquinas de coser “Alfa”. De inmediato “Casa Ortega”, después “Palacio Ghandi” y la puerta principal de acceso al Mercado de Abastos.

Pasado este, “Casa Gómez” -tienda de venta de ultramarinos-, seguido del “Bazar Hispano-árabe”, para finalizar en la cafetería “Brasilia” y la churrería de Manolo Baro.

Pasado el Mercado y cruzando la calle “Teniente Olmo”, unos escalones, señalaban el acceso a un bar famoso “El Campanero Chico”. Sus dos fachadas -una a la calle antes mencionada y otra al Puente Almina, son dos hermosa vidrieras. El bar está en alto, casi dos metros y con las vidrieras, dota a sus clientes de una bella panorámica de todo el lugar.

De inmediato, llegamos a una oficina del ejército, dedicada a la cartografía y topografía. Al frente de ella, se halla José Montes, amigo de mi padre y mis tíos. Dada la relación que mantienen en la Sociedad África Ceutí, donde el señor Montes, es secretario técnico de la sección de fútbol.

Encontramos a continuación, una escalera, por donde se accede a la “Plaza Vieja”, ahora la llaman “Plaza Rafael Gilbert”. La escalera posee dos rellanos o descansillos. En el primero a la izquierda se ubica una barbería, en ella ejerce su profesión, Paco García “el barbero”, vecino del Callejón del Asilo Viejo. El segundo rellano, estaba ocupado por un famoso restaurante, al que conocemos como “Casa Rejano”.

Unos escalones más, y accedíamos a la “Plaza Vieja”, era conocida así porque antiguamente fue el mercado de la ciudad. Una vez en la Plaza, a la derecha, existe un almacén propiedad del Ayuntamiento y que es utilizado por la Brigada de Obras.

Formando un ángulo recto con el almacén, se ubica el restaurante bar “La Terraza”, donde por catorce pesetas, te puedes comer una sabrosa ración de angulas.

Continuamos adelante, siempre por el lado derecho, y topamos con la vivienda de Eugenio Ibáñez Escandón. Este buen amigo de mi padre, reside aquí con su señora y sus dos hijos, Paco -que juega en el “Abyla” de Acción Católica África, y el más pequeño llamado Eugenio y al que conocemos por “Madriles”.

Continúo mi paseo y encontramos un obrador, donde en más de una ocasión he visto de fabricar carne de membrillo. A continuación se halla la vivienda del escultor ceutí don Bonifacio López Torvizco, autor de obras, como el obelisco de Llano Amarillo y el Monolito conmemorativo del paso del Convoy de la Victoria. Su hijo se llama Bonifacio -Boni para los amigos- que juega en el “Abyla”, es el portero.

Más adelante topamos con un par de almacenes y el despacho de venta de billetes de la RENFE. Para terminar con un par de almacenes más.

Por el lado izquierdo, se ubica una oficina de un contratista de obras. Seguimos con un almacén y de inmediato, el taller de fontanería de Pato y Jiménez. Más adelante un famoso bar. “Casa Ortega”. Aquí ponen las mayores tapas de Ceuta. Con un vino o caña, lo mismo te ponen un huevo duro, que una pieza de pan de molde -en Ceuta le llamábamos «pan de lata»-, bien repleta de caballa en aceite, o queso de cerdo y un largo etcétera en variantes. El vino, la cerveza o cualquier tapa a elegir, todo a una cincuenta –una peseta y cincuenta céntimos o conocida también como seis reales-. Cuando Ortega inauguró el bar, solo ponía tapas de pescado frito, pero siempre abundante. Ahora al parecer, le trae más cuenta las tapas frías. Antes se venía aquí, a comer los jureles y besugos fritos, que eran una delicia.

Dejo atrás a Ortega y tenemos dos talleres que se dedican a la reparación de motores eléctricos. Al final, una pequeña puerta, da acceso al “Bar Colón”, pero este bar, posee la entrada principal por el Paseo del mismo nombre.

Al Paseo Colón se accede a través de la Plaza Vieja, por un arco. Lo primero que se observa, es una bella panorámica de la Bahía Sur. Cruzando la calle, un muro separa la misma del cuartelillo de La Legión. Muchos ceutíes amantes de la buena música. Suelen pasarse horas, echados sobre la muralla, oyendo los sones de los ensayos de la extraordinaria sinfónica que posee El Tercio.

Como podemos observar, nos hemos salido de la zona de paseo y Dios mediante, trataremos de hacer también un recorrido por este lugar, que sin ser mi barrio, su cercanía me obliga a tenerlo presente en mis recuerdos.

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