"Me han llegado a pedir que mezcle la tinta con cenizas de difuntos"

Con motivo del Día Internacional del Tatuaje, amantes de este arte hablan sobre lo que significa para ellos dibujar su cuerpo y cómo se perciben en la sociedad 40 años después de ponerse de moda

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Minimalistas, tribales, en blanco y negro, a color… Existen infinitud de estilos de tatuajes, unos grabados en la piel que con el tiempo se han normalizado y cada vez están más extendidos, en especial entre la gente joven.

Durante una época, se estigmatizó el uso de los tatuajes, relacionándolos con gente peligrosa y considerándolos sucios o poco elegantes. Sin embargo, con el paso de los años, es cada vez más difícil encontrar a una persona que no tenga tinta en la piel. Y es que los tatuajes son actualmente una seña de identidad de quien los lleva, ya sea el símbolo del infinito, una frase con un significado especial, o la cara de su artista favorito. Al incremento de esta tendencia global han ayudado famosos con miles de seguidores en las redes sociales, que han propagado mundialmente el uso de los tatuajes. Como ejemplo encontramos a Justin Bieber, Rihanna, David Beckam, Lady Gaga o Dwayne Johnson, muchos de ellos con el cuerpo entero repleto de estos dibujos.

Pero quien piense que se trata de una moda actual está equivocado. De hecho, el primer tatuaje data de hace más de 3.000 años y fue descubierto en 1991 en una momia congelada llamada Ötz. Además durante años este arte ancestral se asoció a elementos mágicos y religiosos, ya que se tenía la creencia de que así rendían tributo a los dioses y contrarrestaban a la muerte.

Miles de años después surgieron los salones de tatuajes. Los primeros datan del siglo XIX en Londres, aunque a España no llegaron hasta la década de los 80. Actualmente, se calcula que alrededor del 12% de los europeos tiene un tatuaje, pero esa cifra asciende entre un 15% y un 20% en los españoles. Y si tenemos en cuenta a los jóvenes de 16 a 35 años, el porcentaje incrementa hasta el 40%.

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Uno de esos jóvenes es Iván, de 33 años, que tiene en el cuerpo 12 tatuajes, la mayoría en las piernas. El primero que se grabó fue en 2012 y desde entonces no ha parado. “Me entró curiosidad y al final le cogí el gusto”, comenta. “Cada vez que me tatúo y siento el dolor pienso que no lo haré más, pero siempre caigo”, admite entre risas.

Según Iván, sus tatuajes no tienen significado, sino que simplemente son de “personajes que me gustan de series o películas”. De ellos, los primeros que se dibujó son en blanco y negro y los más recientes a color. Pero sin duda, dice, su preferido es el que tiene en el costado, que fue “el que más me dolió y el que más me gustó”. Se trata de un dibujo de Riuk, uno de los protagonistas de la serie japonesa Death Note.

Pero para tatuarse no solo se debe tener resistencia al dolor, también una gran paciencia. Y es que en ocasiones son necesarias muchas horas para que el trabajo quede perfecto. Esta larga experiencia la vivió Iván en una convención, donde estuvo prácticamente todo el día para tatuarse en un gemelo. “Llegué a las 10.00 y acabé a las 20.00”, afirma.

Además hay que tener en cuenta que los tatuajes no son especialmente baratos. A Iván por ejemplo, el más caro le costó 250 euros. Eso sí, asegura que no se arrepiente de casi ninguno. “Quizá del primero, que es un dragón chino que me lo hice solo por tatuarme”, indica.

Respecto a los prejuicios de la gente sobre los tatuajes, el joven admite que no ha tenido “ningún tipo de problema en el trabajo” porque actualmente “está más normalizado” y es “raro encontrar a alguien que no esté tatuado”. Sin embargo, admite que en el extranjero existen menos estigmas que en España. “Cuando viajé a Nueva York”, comenta, “muchos se acercaban a decirme que les gustaban pero “aquí hay gente mayor que aún te mira mal”, subraya.

Al preguntarle si se tatuaría el nombre de su pareja, Iván asegura que no lo haría pero que sin embargo, sí que tienen tatuajes en conjunto. “Por ejemplo ella tiene a Chip y yo a Chop, de la serie de dibujos animados”, indica.” Este tatuaje nos lo muestra Ana, la novia del joven, en una foto donde aparecen las espaldas de ambos, cada una con una graciosa ardilla a color en la parte superior.

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Ana tiene de hecho, más tinta en la piel que Iván y, aunque reconoce que no lleva la cuenta de todos, calcula que aproximadamente se ha tatuado “unos 40 entre grandes y pequeños” desde que se hizo el primero a los 18 años. “Me lo hice a escondidas y llegué a casa con el tatuaje y el piercing en la lengua. A mi madre casi le da algo”, admite. A partir de entonces, “fue empezar a estudiar la carrera y empezar a lo grande”.

Como Iván, ella también opina que después de tatuarse una vez, ya no hay vuelta atrás. “Se empieza con uno pequeño y acabas con el brazo, media pierna derecha y media izquierda enteros. Pero todavía tengo hueco en el cuerpo”, comenta riendo.

De entre todos los tatuajes, Ana le guarda un cariño especial al que tiene debajo de las costillas: el dibujo de un corazón cosido y con la frase “The last of us” (El último de nosotros). Sin embargo, comenta que suele “tener de todo: superhéroes, a mi gato, dos hermanas de un videojuego, frases de canciones omariposa”. En total, en su cuerpo ha invertido solo en tatuajes grandes “unos 2.000 ó 3.000 euros”.

Algunos de ellos son en blanco y negro y otros a color, y aunque no todos tienen significado, asegura que no se arrepiente “de ninguno”. Ni siquiera del que tiene en una de las rodillas y que fue el que más le dolió. “Me morí”, afirma.

Sobre si todavía continúan los prejuicios a los tatuajes, la joven asegura que actualmente se han normalizado mucho. De hecho, insiste, “mi madre fue la primera en echarme la bronca y ahora se ha hecho tres”. Sin embargo Ana opina que deberían “normalizarse más”, sobre todo en el trabajo. “Soy maestra y me han mirado por encima del hombro. Pero después ven el tipo de trabajo que haces y se dan cuenta de que no afecta el hecho de estar tatuado”. Y es que incluso sus propios alumnos han pintado sus tatuajes con rotulador o han llegado al colegio con “calcomanías para imitarme”.

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Otro amante de la tinta es Jose, que admite que ha “perdido la cuenta” de todos los que tiene. Él empezó cuando ingresó en la mili, y desde entonces no ha parado. “Tengo todos los brazos completos, los tobillos, la espalda…”. Y es que también asegura que cuando empiezas “esto es como las pipas, no acabas nunca”.

Él, como muchos otros, comenzó a tatuarse por moda porque “en aquellos tiempos estaba en la legión y había mucho tatuado. Era un estilo de vida”, recuerda. Sin embargo, fuera de ese círculo apenas se veía gente tatuada, una tendencia que ha ido en aumento en los últimos 10 años. “Antes era raro la persona que llevaba un tatuaje, ahora raro es el que no se tatúa”, afirma.

Respecto a sus estilos preferidos, indica que tiene diversos tipos de tatuajes: “personajes de series, cruces, monstruos o de Egipto. Eso sí, todos en blanco y negro. De ellos, los dibujos en los bíceps fueron para Jose los más dolorosos, tanto que sufrió incluso cardenales.

Uno de los tatuadores de Ceuta que hace realidad el sueño de muchas personas es Ramón, dueño desde hace tres años del estudio Montattoo.

En su caso, empezó a trabajar en 2014 “un poco a lo loco” porque siempre se le dio bien el dibujo. Desde entonces ha tatuado a todo tipo de personas, ya que el rango de edad y los perfiles son muy amplios, desde “las niña que viene con la madre, hasta las señora de 76 años”. Además confiesa que ha tatuado “todas las partes del cuerpo menos una”.

Respecto a los estilos que realiza, el profesional comenta que dibuja desde minimalistas, hasta tribales o realistas. Eso sí, admite que a día de hoy existe una moda de tatuajes relacionados con Egipto.

Ramón, en concreto, tiene visible en el brazo izquierdo un tatuaje en el que se reconocen a Jesucristo, una paloma y Lucifer, dibujos que simbolizan “el cielo y el infierno”. “Me costó 1.500 euros y fui a Murcia para hacérmelo”, relata. Sin embargo asegura que los tatuajes son su “forma de vida” pero no su “estilo de vida”.

Sobre si están mal vistos por la sociedad, el dueño de Montattoo asegura que no existe un estigma, pero que también “depende del estilo de cada uno” porque según él “los tatuajes hay que saber llevarlos”.

Además Ramón corrobora que todos duelen, aunque unos más que otros. “Las zonas que más son los costados, los gemelos, las nalgas, y a los hombres el pecho”, subraya.

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En Ceuta también destaca el estudio Lorda Tattoo, fundado en 2003 y donde trabaja David. A este joven le han pedido “tatuajes bastante curiosos y en zonas poco habituales”. Como ejemplo, explica que un cliente le pidió que mezclase “la tinta con las cenizas de un difunto para darle mucho más significado”, aunque no lo realizó. Pero no es lo único poco frecuente que le han solicitado: también “un corta césped en una zona íntima, un cráneo con pene en la frente o una araña viuda negra en la lengua”, relata.

Otro de los especialistas en la materia es Sandro. Sin embargo para él se trata de algo más que su profesión, también es su pasión. “Yo antes que tatuador soy tatuado”, afirma contundente. Y no es para menos, ya que en su cuerpo cuenta con tatuajes de 1.500 euros y tiene tinta en los brazos, el cuello e incluso en la cara. “Ahora mismo el tatuaje está totalmente aceptado, cuando te lo haces es como un evento social”, relata.

Sin embargo, explica que en España se normalizó más tarde que en otros países. “En 2004 estuve en Inglaterra y me llamó mucho la atención que la gente tuviera tatuajes visibles, cuando aquí los escondíamos”, recuerda. Casi dos décadas después la situación ha cambiado mucho y ahora, la mujer más mayor a la que ha tatuado Sandro “tenía 75 años y fue con sus dos bisnietas”. Como tatuador, asegura que nunca hace dos veces el mismo diseño porque “los tatuajes son súper personales”.

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