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CULTURA
Marisa Martínez tenía el deseo de realizar una crítica social a la irresponsabilidad de los padres, a las adicciones o a la dominación de las nuevas tecnologías. Desde su estudio casero fotografió a sus conocidos representando escenas “reales” que “deberían escandalizar” a la sociedad. Una madre fumando con su hijo en brazos; un grupo de amigos comiendo comida basura; una chica cegada por la codicia o un obispo con un niño en su regazo. Para generar un mayor impacto visual y que su mensaje no pase desapercibido, la fotógrafa radicada en San Fernando usó como protagonistas a personajes bíblicos. En su colección ‘Historias Sangradas’, Jesucristo no parte el pan, sino una pizza. Pero el mensaje de sus obras, que le merecieron el premio PhotoAct 2022 de Torrelavega, no fue captado por la población ceutí.
La muestra a cargo de la artista ‘desembarcó’ en Ceuta días atrás, para ser expuesta en la Biblioteca Pública ‘Adolfo Suárez’. Hasta la consejera de Cultura, Pilar Orozco, se dirigió hasta la inauguración organizada por la asociación fotográfica ceutí ‘Miradas’ el pasado jueves 11 de abril. También el secretario y encargado de exposiciones de la entidad, Jesús Valle, quien expresó entonces su admiración a una fotógrafa capaz de “plasmar lo que vive la sociedad de hoy”. Todos presentes menos Martínez, quien tuvo que quedarse en San Fernando con motivo de la presentación del libro de un amigo. No esperaban ninguno de ellos el aluvión de críticas que la colección recibiría en redes sociales por las “ofensas contra la comunidad cristiana”.
Entre ellos, las de Vox Ceuta, quienes amenazaron incluso con emprender “acciones legales”, exigiendo la retirada “inmediata” de las fotografías. Y así fue. La “presión social” obligó a Jesús Valle a ordenar el viernes 12 de abril la retirada de la exposición al completo. Desde Cádiz, al ser informada sobre la polémica, Martínez quedó “perpleja”. Y aunque reconoce que la controversia le sirve como herramienta publicitaria, preferiría ser conocida por el mensaje real que pretende transmitir con sus obras. No esperaba la reacción, pero “tal y como se está desarrollando la política últimamente” tampoco le sorprendió en demasía. Le recordó a “los años setenta, cuando se censuraba”, cuando se reunía en asamblea con sus compañeros de ideología. “Para mí es como volver a luchar por unos derechos que ya creíamos tener afianzados. Pero es una lucha que continúa siempre”.
Por si cabe alguna duda, Marisa Martínez, al igual que la asociación ‘Miradas’, “no pretendía ofender a nadie”. El secretario de la organización confesó a este diario ser “muy cristiano” para permitir faltas de respeto a la comunidad a la que pertenece. En su caso, Martínez se reconoce atea, pero para ella “la tolerancia está por encima de todo”: “Toda mi familia es súper religiosa. A veces acompaño a mi padre a misa. Ofenderles sería como excomulgarme de la familia”. Maestra jubilada y amante de la astronomía, pese a no comulgar con las creencias, se confiesa “una persona muy respetuosa”. “Lo que nos enriquece como personas es que somos diferentes. Todo funciona mejor si nos respetamos y hay tolerancia”.
Tolerancia que faltó en quienes identificaron herejía en su obra. “Pensé que podía hacer otra historia sagrada actualizada, colocando a sus protagonistas en la realidad que vivimos. Por eso ‘Historias Sangradas’. No entiendo por qué la gente se escandaliza porque use a los personajes bíblicos y no por lo verdaderamente grave. Que esas situaciones se den en la actualidad”. Considera que el espectador debería “centrarse en el mensaje y no en unas imágenes que han sido creadas artificialmente”. “Porque ahí no está Jesucristo, solo hay un modelo comiéndose una pizza. Hecho en el salón de mi casa”.
El mensaje
La colección obtuvo el galardón PhotoArt 2022, de Torrelavega, que le permitió exponerla un año más tarde. No volvió a mostrar al ‘gran público’ sus fotografías ‘sangradas’ hasta el ‘fatídico’ 11 de abril. Una de las obras que más escandalosa resultó para los ceutíes críticos con Martínez fue aquella en la que la Virgen María posa fumando un cigarro con el niño Jesús en brazos, junto a San José portando un litro de cerveza en la mano. “Es grave que las familias normalicen el consumo de alcohol y tabaco junto a sus hijos. Familias irresponsables que tienen hijos por tenerlos. Que no les importa su educación ni nada. Eso es lo que trato de representar”.
La primera fotografía de la muestra lanza una crítica directa “contra el abuso de las tecnologías”. Expone el ojo de Dios en un ordenador. “Ahí quiero decir que ese ordenador nos está controlando, que nos está observando, que se ha metido en nuestras casas. Y los sentimos como si fuera Dios”. Por otro lado, un niño rodeado de ordenadores en cuyas pantallas se lee ‘Google’, o a Adán y Eva sosteniendo móviles Iphone, con el icono de la manzana mordida. También destaca la fotografía en la que se observa a un obispo sosteniendo a una chica, representando “los abusos de la Iglesia a los menores”. Desde que le concedieran el premio en 2022 ha ido incorporando nuevas piezas a la colección en función de “las situaciones graves que se dan en el mundo”, como la guerra en Palestina.
Aunque se iniciara en el mundo de la Fotografía hace tan solo cuatro años, después de que su hermano le regalase su primera cámara tras jubilarse, son varias las colecciones que ha realizado. Las hay “mucho más impactantes” que ‘Historias Sangradas’. Una de ellas está centrada en personas que han sufrido la castración. Otra, bajo el título ‘Animalium abusu’, se enfoca en denunciar el maltrato animal. “Sustituyo a los animales por personas, les hago aparentar que pasan por las mismas penalidades que pasan los animales”.
La inspiración le surge espontáneamente, “viendo la tele o sin hacer nada”. Y con la idea clara, se dispone a preparar la escena en su estudio casero, situado en su propio hogar. “Primero usaba a mis amigos. Ahora la gente me contacta por Facebook. Se ofrecen a posar para mí porque les gustan mis fotografías. Y para mí todas las personas son válidas”. Reconoce tener “tendencia a mostrar lo que la sociedad esconde”. Lo ejemplifica al hablar de la colección en la que se encuentra trabajando actualmente, centrada en personas mutiladas. “Tengo una persona quemada, otra a la que le falta un brazo, una pierna, otras que han perdido los pechos…”.
La polémica generada en Ceuta no es la primera a la que se enfrenta. “Comentaron en una de las fotografías sobre el maltrato animal diciendo: ‘Eso no es arte. El arto es pasar las horas debajo de un palio’”. La controversia se resolvió más fácilmente que la actual: “Mi club de fans se enfrentó al club de detractores”. Sobre si sus fotografías volverán o no a Ceuta, Marisa deja la puerta abierta. Cuenta que desde la asociación ‘Miradas’ le preguntaron también por otra de sus exposiciones, que ha realizado en colaboración con varias compañeras del Puerto de Santa María. Eso sí, esperará unos meses, hasta que “olviden” su nombre y no corra el riesgo de que le tiren “tomates”, expresa risueña.
- ¿Crees que con lo ocurrido coartan la libertad artística?
- Sí, pero yo, con mis años, tengo ya las cosas muy claras. Voy a seguir haciendo mis fotos como verdaderamente quiero. ¿Qué me van a censurar? Bueno, ¿qué le vamos a hacer? Seguiremos luchando, pero no voy a hacer fotografía en la que no crea.
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