PASO DEL ESTRECHO
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SALAZONEROS
Jesús lleva en la explanada ocho años, pero con su progenitor haciendo salazones desde los catorce. Fue coincidencia, “un chaval que pasaba por mi calle llevaba dos bonitos, mi padre se lo compró y empezó a ir. Un tal Celestino le enseñó qué tenía que hacer con el pescado y así nos iniciamos”, relata sentado mientras sostiene un volaor. Tras tres años “haciendo el salazón en San Amaro trabajamos con Luis ‘Bocarando’ y nos enseñó todos los boquetes de Marruecos y más técnicas”.
El puesto de salazones y secadores de pescado ‘Mi Paquito’ ofrece bonito, volaores, albacora, alistado y agujeta a los ceutíes que se quieran acercar a la explanada del Chorrillo. Pero no está siendo fácil, “no entra pescado y la Almadraba cada vez tiene que ir más lejos. Antes se cogían millares de pescados, ahora cientos”, explica el que porta una camiseta verde lima. Que sin ser técnico ni pretenderlo, lo achaca al cambio climático.
Además, el desabastecimiento se debe a que la Almadraba tiene que repartir las cajas que coge al mercado del centro, el de Hadú, Plaza Azcárate, y lo que queda, “que no es mucho”, a la explanada del Chorrillo, “y nos lo tenemos que repartir entre todos los puestos. Por lo tanto, tenemos que adquirirlo fuera, y muy caro”. Jesús sabe que el bonito “no quiere sol y el volaor y la agujeta sí”, dice mientras muestra unos volaores que todavía debe deshidratar.
Jerónimo ‘Momo’ lleva dos semanas en la explanada, cubriendo al propietario del puesto José María García. Quien afirma que la venta “está buena. Lo que pasa que el pescado parece que viene con una paliza dada. Desde Mercamálaga, los trasladan de un vehículo a otro y a veces lo tenemos que tirar”. Además del precio, que aumenta porque es más costoso tras el periplo. “Los volaores lo teníamos a 2,5 euros y ahora a 3”, cuenta el que lleva puesto un sombrero y dos gafas.
¿Los que más salen? El volaor y la mojama, además del bonito envasado al vacío. Cuando llegue el propietario, Momo se quedará salvo para dormir trabajando en el puesto. ‘Chorlito’, que se acerca, lleva 45 años, “tenía un sequero en la Almadraba y se lo echaron abajo”. Ahora está en el Chorrillo, además de vender lotería de Cruz Roja, y lleva casi toda la vida en el mar. Tiene otro puesto en la explanada y lo lleva en la sangre, “mi padre me enseñó”, dice mientras enseña las manos deformadas de la sal. El ceutí también resalta que hay menos pescado, “entran unos trescientos, antes cuatro mil. La gente compra igual, pero vale mucho más caro”.
Los Rafaeles estaban dentro del puesto. Uno de ellos arreglaba un cinturón con ayuda de la hornilla. El otro, se lo sostenía para facilitarle el trabajo. Fuera están sus amigos, sentados, aunque no ‘a la fresquita’, pues hace levante. Llevan 20 años en la explanada, son socios, amigos, “como hermanos”. “Hay mucho menos pescado”, achaca al cierre de la frontera. “Nos han cerrado y el pescado que tiene que pasar no pasa. Nosotros lo compramos en Málaga. De Marruecos a la capital y de allí a Ceuta”.
El que el pescado no llegue a la ciudad autónoma como antes de la pandemia -desde Marruecos directamente-, les supone “el doble”. Ellos, sin embargo, han notado que “no se compra tanto”. Aunque siempre los favoritos, el volaor y el bonito. Rafael reclama que “no cuentan con nosotros para nada” en la famosa aduana comercial.
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